Quimera

No sé si estoy en lo cierto, lo cierto es que estoy aquí, otros por menos se han muerto, maneras de vivir. (Rosendo Mercado). A cuatrocientos cincuenta y nueve metros sobre el nivel del mar, más el vuelo de una cigüeña, sabiendo ya que el Real Madrid jugará contra el Nápoles. No habrá quien soporte la duodécima…

Querida mía:

Tengo que pedirte perdón porque llevo una temporada escribiendo a gente de verdad, con nombre y apellidos, esquivándote desde que una “mar-dita” mujer te llamó quimera.

Reconozco que cada uno tiene su pedrá y yo no puedo ser menos. Me consuelo imaginándote a mi lado, paseando entre sombras y cogiendo mi mano mientras una cerrada niebla no permite ver nuestras siluetas fundiéndose en cualquier esquina.

Esta vez no resultó mejor que otras. Esta vez volvió a pillarme desprevenido por considerar que el sentido común es el más común de los sentido y volví a errar. No podía ser que finalmente te encontrara y apareció una figura menuda abducida por las consecuencias de este holocausto emocional que sobrevuela nuestras cabezas. La ausencia de una figura paterna en ocasiones desdibuja las responsabilidades de los adultos y adjudica a los infantes un protagonismo insostenible coordinado por una mente adolescente. En otras ocasiones hay que confesar que algún progenitor habría quedado mejor conservando el anonimato en el baño de alguna discoteca.

No me afectó en gran medida. Estoy acostumbrándome a perderte tan pronto como creo encontrarte agazapada bajo un disfraz. Simplemente recogí mis insultos, intercambié algunos objetos y me llevé la incomprensión para depositarla en un cenicero. Poco a poco voy entendiendo que si algún día te decides a encontrarme no será saliendo de detrás de una seta o levantando un tapón de cocacola: he dejado de rebuscar en los rincones y prefiero hacer bueno el refrán zen que dice “cuando el alumno está preparado, el maestro aparece”. Yo no sé si estoy preparado, como creo que no lo sabe nadie, pero si hay un maestro para mí, en algún momento me saldrá al encuentro. Camino haciendo camino al andar, puedo estar borracho, pero no me he perdido, solo sé que en los últimos días me han matado más de cincuenta veces y otras tantas he resucitado. Mientras te encuentro y te pierdo, mantengo este espíritu imperecedero y te convierto en canción.

Para no olvidarte, he guardado un par de anillos que me confieren la propiedad de ser invisible a los ojos de los mediocres y puedo sortear los escombros que mi mentor ya descubrió para mí. Hablando de escombros, el último se presentó con un tamaño de más de ciento ochenta y cinco centímetros y se reveló saltando como una rana ante una cámara de televisión. No desaprovechó la oportunidad de meter codos, pisar cabezas y hacerse la víctima con tal de esquivar sus compromisos y cargarse sobre los hombros de sus nuevas presas. En el pecado lleva la penitencia: su actitud evasiva y egoísta le conduce al rechazo íntegro de cualquier grupo al que se pretende incorporar. Otro cadáver en la cuneta…

Y yo me muero por ti, por un khopesh de ida y vuelta que cercena mis piernas y brazos una y otra vez y resucito con túnica, cuero y lanza, dispuesto a batirme en la oscuridad sin más guía que tu voz y sin más luz que tus ojos.

…dios te salve, quimera, yo te guarde…